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Las extrañas aficiones del rey Carlos III que cuestan una fortuna

La corona real sustenta los gastos que mantienen la gran afición que el rey Carlos ha manifestado desde joven. 

Por Ángel Huerta

La corona real sustenta los gastos que mantienen la gran afición que el rey Carlos ha manifestado desde joven. 
La corona real sustenta los gastos que mantienen la gran afición que el rey Carlos ha manifestado desde joven. 
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Desde que era joven, el rey Carlos III ha sido considerado como uno de los miembros de la realeza más interesantes que han existido. Su personalidad, gustos y pasatiempos son distintos a los del resto de las personas, cosas que lo distinguen -y convierten- en un rey memorable para el mundo; no obstante, muchas de sus características personales han causado que el heredero del trono sea muchas veces rechazado y juzgado. 

Su pasión por los libros, y el interés que pone por los temas relacionados al deterioro ambiental y cambio climático, son solo dos de las materias que el nuevo rey ha nombrado sus aficiones. Siguiendo con la misma línea, Carlos desarrolló una afición por extrañas especies terrícolas, pasatiempo que hasta ahora sustenta la corona inglesa y cuesta una fortuna.

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El reinado británico está obligado a cubrir todos los gastos relacionados con los servicios públicos de los ciudadanos, así como a solventar las necesidades de los miembros del trono que los gobiernan, defienden y representan frente al mundo. Estas necesidades, incluyen también la educación que reciben desde su nacimiento, vestimenta, transporte, pasatiempos o hobbies, y muchos otros requerimientos para sobrellevar una vida digna y cómoda. 

Esta es la extraña afición que ha tenido el rey desde el siglo XIX

Es lógico que, al leer sobre cuestiones relacionadas al cambio climático y deterioro ambiental, el ahora rey prestara atención al cuidado animal, y deseara tomar acciones contundentes para proteger a los animales maltratados y especies en peligro de extinción como “el cisne mudo”, especie que el rey adoptó de manera oficial, asegurando así que nadie podría atentar contra los indefensos animales; sin embargo, la manutención de la ahora inmensa parvada es un importante gasto económico para el reinado.

 


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